Francia

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Mirepoix un pueblo con encanto

Al sur de Francia podemos encontrar además de bellos paisajes, pueblos pequeños en cuanto a territorio, pero grandes en relación a sus bellezas e historia.

Así llegamos a la ciudad de Mirepoix en la región de Midi-Pyrénées, un bello poblado medieval con un maravilloso paisaje que le sirve de marco, donde el cultivo principal es la vid.

La primera ciudad de Mirepoix se encontraba en la margen derecha del Río Hers, pero una súbita crecida de sus aguas produjo la inundación y destrucción total de la ciudad. Por ello, la misma fue totalmente reconstruida pero sobre el margen izquierdo del río.

Es un sitio encantador que conserva casi intacta toda su esencia medieval de fines del siglo XIII, rodeada de una muralla,  para entrar en ella se debe pasar por una inmensa puerta denominada La Porte d’Aval que se encuentra en perfecto estado de conservación desde 1372 año en que fuera construida.

Una vez dentro de la ciudad nos encontraremos con la Plaza Mayor rodeada de casas pintadas de alegres colores construidas en adobe y madera montadas sobre una especie de galerías talladas con esculturas y algunos entramados todos de los siglos XIII a XV.

Como todo poblado medieval se destacan sus bonitos monumentos e iglesias como la Catedral de estilo románico gótico de San Mauricio, edificada entre los siglos XII y XIII, con una inmensa nave central que es la más ancha de las catedrales góticas de Francia y la segunda más amplia que existe en Europa.

La Casa de los Cónsules, denominada así porque en la época además de ser elegidos los cónsules entre los pobladores de la ciudad,  también se les otorgaba a éstos el derecho de construir su propia vivienda, que además hacía las veces de tribunal, consejo y prisión. Este edificio tiene como característica importante una viga de madera de unos 12 metros de longitud que sirve de sustento al porche y a 104 esculturas talladas todas en la madera del mismo edificio.

En las afueras de la ciudad se encuentra el Castillo de Terride el más antiguo que existe en Mirepoix ya que su construcción se remonta al año 960.

Restaurantes y bellas terrazas siempre muy animadas, elegantes tiendas donde comprar delicados recuerdos de viaje rodean la gran plaza, punto neurálgico donde transcurre la vida de la ciudad y sus pobladores.

Un bello lugar para una escapada de fin de semana que nos permitirá conocer este y otros pueblos tan encantadores que existen en Francia.

Foto: Fuente Oszerrigueltaires

Rocamadour, santurarios, capillas e iglesias

Francia es un país de contrastes por un lado París con todo su glamour, intensidad y belleza y por el otro pequeños y pintorescos pueblos que parecen salidos de una postal de viaje.

Así es Rocamadour un hermoso poblado del departamento de Lot al sureste de Francia en la región de Midi-Pyrénées, que además de su belleza natural llama la atención el hecho de que se encuentra como suspendido de los acantilados.

Pintorescas casas que escalonadamente hacen un camino hacia el cielo, este poblado es una excelente opción para visitar en un viaje de turismo rural de fin de semana.

Famoso por albergar el Santuario de Santa María de Rocamadour más de un millón de visitantes llegan hasta aquí todos los años cumpliendo promesas y demostrando su fe.

Formado por un castillo, siete santuarios y una interminable escalera con 250 peldaños, es también la parada obligada de muchos peregrinos que llegan al lugar siguiendo el Camino de Santiago.

Historias antiguas y misteriosas rodean el pasado de Rocamadour donde podremos descubrir el encanto de antiguas capillas e iglesias y adentrarnos en la Cripta de San Amador que se encuentra totalmente construida en la roca.

Desde un mirador natural que lleva por nombre L’Hospitalet podremos disfrutar de una vista panorámica del pueblo y su llamativa construcción vertical y en lo alto del acantilado se encuentra Le Fort, la fortaleza que durante siglos tuvo como misión custodiar y defender los santuarios y tesoros del lugar.

Para acceder al santuario es necesario utilizar el teleférico que nos llevará hasta es castillo y de allí bajaremos hasta Michelet donde hallaremos los santuarios, que durante siglos recibieron peregrinaciones provenientes compuestas por fieles de todos los lugares del mundo y de todas las clases sociales, como el Rey Enrique II de Inglaterra, Alfonso III de Portugal y Luis XI de Francia.

Luego de subir la magnifica escalera se llega al centro religioso que se encuentra rodeado de iglesias y capillas construidas en la piedra.

En la Capilla de Notre Dame podremos admirar la imagen de la virgen negra Santa María de Rocamador, tallada en madera en el siglo XII, que debe su color oscuro al hollín de las velas que los peregrinos dejan junto a ella. También descubriremos la Cripta de San Amador totalmente construida en la roca.

En el casco antiguo de la ciudad que se encuentra a los pies del santuario nos brinda una vista con detalles del medioevo, siendo una única calle en la que encontraremos tiendas para llevarnos algún recuerdo del lugar.

Otra diversidad de atracciones nos sorprenderán como el Bosque de los Monos, el Peñón de las Águilas, el Museo del Juguete Antiguo y la Casa de las Abejas, son sólo algunos ejemplos.

Y luego de haber visitado todas estás bellezas nada mejor que hacer una parada en alguno de los restaurantes de la zona para disfrutar de sus sabores con una culinaria rica en perfumes y sabores, el famoso foie gras, el queso de cabra “el Rocamadour”, las trufas y setas harán las delicias de todos.

Foto: Fuente Flickr

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