La historia de los pueblos nos permite relacionar la conexión que existe entre ésta y sus ideas y cambios políticos.
Así, el absolutismo en Francia marcó toda una época y fue un régimen que tuvo como mayor exponente a Luís XIV quien pasó a la historia por ser el soberano que ejerció un poder con carácter absoluto, sin límites de ninguna especie algo que se sintetiza en su conocida frase «El Estado soy yo».
El absolutismo se vivió como forma de gobierno de varios países en diferentes épocas de la historia, pero ese término se utiliza para designar el ejercicio del poder en un período histórico concreto representado por las monarquía absolutas europeas de los siglos comprendidos entre el XVI al XVIII.
Sin embargo, se destaca el siglo XVII como un período de crisis tanto económicas como políticas con guerras y anarquías en los Países Bajos, además problemas religiosos y crisis intelectuales.
Podría definirse el absolutismo como una “soberanía monárquica sin límites y sin control que no reconoce a sus súbitos más que el deber de obedecer”. El absolutismo fue concebido principalmente como la negación del feudalismo.
El absolutismo en Francia transformó la vida de Luís XIV en un verdadero espectáculo basado en teorías que eran sustentadas en diferentes pensadores de la época que explicaban y justificaban el poder absoluto del rey.
Aprovechando una época donde la mayoría de las personas no sabían leer, la idea fue buscar elementos que mostraran el poder y también el prestigio. Luís XIV adoptó por ejemplo el sol como uno de los símbolos de su poder y creo otros varios símbolos que marcaban su posición como un monarca absoluto.
En Francia, dos teorías fueron las más importantes la de Jean Bodin y Jacques Bossuet. Estos pensadores defendían la idea sobre que la autoridad del rey provenía en forma directa de Dios y por ello el pueblo debía simplemente obedecer al monarca que sólo se encontraba sujeto a la llamada “ley natural” que era dada por Dios.
Luis XIV toma para sí toda esta teoría del derecho divino cuando asume el poder aprovechando el hecho que Francia era un país que se encontraba en una grave crisis económica y social sobre todo motivadas por las guerras de religión a las que se sumaban el hambre, epidemias, pobreza y desempleo.
Los miembros de la nobleza eran la única excepción a tan vasto poder ya que gozaban de privilegios tanto sociales como económicos y estaban integrados a la burocracia como funcionarios del gobierno o la milicia. También era una clase privilegiada el clero que disponía de amplios derechos.
Con la llegada y la aplicación de la teoría económica del mercantilismo que predecía que los países serían ricos y poderosos a través del comercio compuesto por exportaciones que superarían las importaciones, comenzó en el siglo XVII a fomentarse el desarrollo industrial. Esto fue fundamental para favorecer a una clase social no privilegiada que era quien pagaba los impuestos y se dedicaba a realizar actividades comerciales e industriales.
Este fortalecimiento económico de este sector social sería el primer paso que pondría fin al sistema de la monarquía absoluta tanto en Francia como en el resto de Europa. Los burgueses tomaron la decisión de luchar por sus derechos a participar del poder político algo que comenzó a ocurrir a mediados del siglo XVIII siendo la Revolución Francesa la máxima expresión de este cambio fundamental de la historia de Francia.
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