El «croissant» es un tipo de bollo de origen francés caracterizado por su forma de media luna. Es una de las especialidades más reconocidas de la panadería francesa y se disfruta en todo el mundo. El croissant tiene una textura hojaldrada y un sabor ligeramente dulce, con una corteza crujiente en el exterior y una miga suave en el interior.

El origen del croissant se remonta a Viena, Austria. A finales del siglo XVII, los panaderos vieneses celebraron el fin de un asedio otomano colocando una luna creciente en un bollo de pan en forma de media luna, que recordaba el emblema de la bandera otomana. Este bollo, conocido como «kipferl» en alemán, se convirtió en un símbolo de victoria y se hizo popular en toda Europa Central.

Sin embargo, el croissant que conocemos hoy en día evolucionó en Francia durante el siglo XIX. Los panaderos franceses adoptaron la receta vienesa y la adaptaron a su propio estilo, aumentando el contenido de mantequilla y refinando la técnica de laminado de la masa para crear capas finas y hojaldradas. Con el tiempo, el croissant se convirtió en un símbolo icónico de la panadería y comida típica francesa y se popularizó en todo el mundo. Hoy en día, es un elemento básico del desayuno y la repostería en muchas culturas.

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